Conclusión CompArte: Lento pero avanzo

Kolelal: libertad en lengua tzotzil
Este recorrido por el CompArte 2017 es sólo una muestra reducida de la riqueza política y cultural que se concentró en Chiapas en tan sólo una semana. No hay duda: La revolución de los zapatistas es también una revolución cultural al menos en dos sentidos. Los símbolos e ideales zapatistas han inspirado a artistas de todo tipo en México, el mundo, y en las propias comunidades zapatistas. Por otro lado, esta revolución ha trastocado prácticas ancestrales de dominación y opresión que han comenzado de ser reemplazadas por valores culturales nuevos, por ejemplo de solidaridad entre comunidades étnicas diferentes o de igualdad de oportunidades a la mujer.

En la imagen, dos hombres caracoles zapatistas avanzan en caminos contrarios pero unidos por kolelal, libertad en tzotzil, así como por el cruzamiento de las banderas zapatistas y mexicanas. El caracol es uno de los símbolos zapatistas más recurrentes, y en esta pintura se les utiliza para ilustrar una dialéctica entre la identidad indígena y la pertenecía a una nación, México, cuyo un gobierno y un amplio sector de su sociedad les ha les ha oprimido y discriminado históricamente.


Caracol- lento pero avanzo

 Los logros culturales y sociales de la Revolución Zapatista son impresionantes. Las consecuencias de más de 500 años de la opresión iniciada por los conquistadores españoles y continuada hasta el presente por los gobiernos e instituciones mexicanas y caxlanes (como los mayas tzotziles llaman a los no indígenas en Chiapas) no se pueden erradicar en pocos años. Pero la revolución ha mejorado la educación, salud y en general bienestar de las comunidades en poco más de 20 años.

Me impresiona el nivel de conciencia política del arte zapatista. Avanzan en construir una sociedad nueva, no capitalista, mientras construyen puentes con múltiples movimientos de México y el mundo: sin la fuerte red de solidaridad que tejen, el ejército mexicano sin duda los reprimiría brutalmente. El principio “para todos todo, nada para nosotros” es más que un lema, es una guía para la acción o una “idea fuerza” que les protege contra los ininterrumpidos intentos de destruirles.

Ante la adversidad, la revolución zapatista avanza lenta como un caracol, pero avanza. Su arte en forma de poesía, música, teatro, pintura o escultura transmite optimismo desbordante, orgullo revolucionario y seguridad y convicción para enfrentar los riesgos del futuro. La riqueza política de su arte y la unidad en ideas y acción que nos enseñan no puedo encontrarlo en ningún otro movimiento social en México que tenga una dimensión equivalente a la revolución en Chiapas.

Quizás el mensaje más dramático del arte zapatista sea su exhorto a prepararnos ante un futuro apocalíptico. La tormenta está encima: guerras, crisis, violencia, destrucción del Planeta Tierra, despojo cada vez más brutal de las corporaciones capitalistas mundiales nos están aplastando y lo harán aún más en el futuro cercano. Las comunidades indígenas de México y el mundo son las primeras afectadas y están sujetas al genocidio étnico o físico. Pero la tempestad provocada por el capitalismo neoliberal está afectando a todos los pueblos del mundo.

Este pensamiento apocalíptico envía, sin embargo, un sentimiento de optimismo. En uno de los seminarios organizados por los zapatistas, “conversatorios” o “semilleros” les llaman, el Subcomandante Galeano decía en tono sombrío y siguiendo al sociólogo Pablo González Casanova que la aguda racionalidad de las corporaciones capitalistas más poderosas del mundo para obtener ganancias se convierte en la irracionalidad más absurda que atenta contra la calidad de vida y la supervivencia misma de millones de personas en el planeta; para el capitalismo en la actualidad casi la mitad de las personas es superflua, principalmente las poblaciones marginales de las regiones del sur global. Las condiciones para que una combinación del desastre climático producido por el calentamiento global y un enfrentamiento bélico con armas nucleares es más que posible; las posibilidades de supervivencia, en especial para pueblos originales de México dice Galeano, son menores al 1%. Las posibilidades para crear un futuro favorable en los próximos 20 a 30 años es posible; aunque parezca milagroso.

La revolución zapatista es un ejemplo, dice Galeano, de que esa clase de milagros es posible. La revolución zapatista irrumpió en 1994, justo cuando el Neoliberalismo estaba en ascenso y el presidente Carlos Salinas de Gortari era considerado casi un héroe en México y el mundo. En 1994, pocos años después del derrumbe del socialismo real y la desmoralización más profunda del siglo 20 de la izquierda mundial. En tal contexto, ¿quién apostaría a que una rebelión indígena en un rincón del país podría sobrevivir y consolidarse sin ser aniquilada? Y sin embargo, la revolución sigue viva y sus logros están a la vista.



Representantes comunitarios salen del CompArte
Foto de Rosa María Barajas


Arte y revolución, activistas y músicos se despiden. No dicen adios sino a seguir la lucha.
Foto de Rosa María Barajas

 El CompArte se clausura; las y los artistas indígenas y sus representantes comunitarios que por dos días completos han presenciado las obras de arte producidas en los comunidades y escuelas zapatistas se retiran. Nosotros nos encaminamos a nuestro autobús viejo que nos lleva de regreso a la Ciudad de México después de habernos enriquecido conociendo y percibiendo a una comunidad de miles de personas que en su lucha y en su vida cotidiana practican lo que para muchos es sólo un eslogan: “otro mundo es posible.”