¿Revolución enajenada? Un balance crítico de los primeros años de la experiencia bolchevique

 Marzo, 2022


1. Introducción 

En Octubre 1917, el Partido bolchevique “tomó el poder”. Su anhelo era representar los intereses y las exigencias de proletariados, soldados de base y campesinos pobres; buscaban construir el socialismo rumbo al comunismo mediante la dictadura del proletariado. Los bolcheviques derrocaron por las armas a un gobierno de tipo socialdemócrata “a lo ruso” que había surgido de la Revolución de febrero de 1917. Y “yendo más a fondo”, los bolcheviques también desarticularon instituciones fundamentales del ya fracturado estado zarista. La Revolución de octubre de 1917 fue un momento muy dramático de la historia europea y mundial, equivalente a la Revolución francesa de 1789.  

Contra viento y marea, el Partido bolchevique fue capaz de monopolizar la “violencia legítima” y convertirse en “poder de estado”. Siguiendo las lecciones de la Comuna de París no reformaron el estado existente sino buscaron destruirlo y reemplazarlo por un estado de nuevo tipo, una “dictadura proletaria” que articulaba nuevas instituciones estatales apoyado en la fuerza generada por los soviets surgidos de las dos revoluciones de 1917. 

La “toma del poder” se entendía como un paso táctico, un mal necesario y transitorio para construir el socialismo, avanzar al comunismo, disolver las clases sociales y extinguir el estado mismo. 

Sin embargo, cinco años después, para 1923, hay fuertes indicios de que el estado Soviético y el Partido bolchevique ya no representaban a las clases proletarias y populares. Esta es la tesis que tratamos de discutir en este ensayo. La práctica política se había alienado del discurso revolucionario. Se había convertido en otra cosa distinta; ya no era socialista o si se quiere, se había vuelto “socialismo realmente existente”. 

En qué se convirtieron los bolcheviques es una pregunta central ante la cual los proyectos emancipatorios del Siglo 21 se ven obligados a discutir y tomar posición. Ya no es posible reconstruir una estrategia anticapitalista sin tomar posición ante la revolución rusa (y, en general, las revoluciones del Siglo 20.)

Partimos de que existen suficientes elementos para aceptar que el anhelo socialista en Rusia se convirtió para 1923 en algo semejante a un capitalismo de estado más que a una sociedad en camino al comunismo; para entonces emergió un poder político semejante a un estado capitalista “progresista”. Y el Partido bolchevique mismo, corazón y cerebro de la Revolución de octubre, se convirtió en una nueva clase social dominante y explotadora; algo así como una nueva burguesía de estado o si se prefiere, una nueva clase dominante de profesionistas técnicos, administrativos, directores y burócratas. 

Este ensayo se apoya en textos de Lenin de la época y en dos autores posteriores: Bettelheim y Taibo. Para Lenin, el llamado Comunismo de guerra revirtió muchas medidas socialistas iniciales y condujo a fuertes levantamientos campesinos y populares en vez de una sociedad en camino al comunismo. Para Taibo y otros anarquistas, la revolución fue cooptada desde arriba y convertida en un poder de estado contra las sociedades de abajo. Para Bettelheim, los años cruciales de 1917 a 1923 concluyeron con la conformación de una burguesía de estado: 

“Las transformaciones efectuadas tras octubre de 1917 y hasta comienzos de 1923… conducen, fundamentalmente, a eliminar la burguesía (y los terratenientes) de los puestos dominantes que anteriormente ocupaba… Así, aunque la burguesía privada es ampliamente eliminada en el transcurso de estos años, se asiste a la constitución de una burguesía de estado.” (p. 124, versión internet: 69) 

Tomar posición ante la Revolución rusa incluye, desde luego, explicar lo sucedido. ¿Qué falló? 

En uno de sus últimos textos de balance de la Revolución rusa, Lenin apunta que mientras los bolcheviques siguieran en el poder, la revolución podría reencausarse y avanzar en la dirección correcta. Su última iniciativa intentó corregir algunos “excesos” iniciales y medidas supuestamente socialistas del llamado Comunismo de guerra. Su propuesta fue la de hacer un “repliegue” llamado Nueva política económica (NEP). Viendo los primeros resultados favorables de la NEP, Lenin es optimista en que una educación nueva promovida por el Estado soviético permitiría que una nueva generación retomase el proceso y sacara adelante el proyecto socialista. 

Menos optimistas, Taibo y Bettelheim –así como Trotsky—ven en la sociedad y el estado que emerge de la NEP en 1923 ante todo la consolidación de un proyecto alejado de los ideales comunistas. 

Bettelheim lo explica como sigue: 

La constitución de esta burguesía de estado “está determinada esencialmente por el débil grado de la transformación del proceso social de producción y reproducción, lo cual está ligado a las condiciones mismas de la lucha de clases, al grado de urgencia de las diferentes tareas que debe acometer el proletariado, a la manera como el partido bolchevique analiza las contradicciones y al tratamiento a que las somete.” (p. 124, versión internet: 69) 

Este autor escribe cientos de páginas tratando de explicar lo sucedido. Su estudio se inspira en lo fundamental en las explicaciones y prácticas de Mao y los revolucionarios en China que, como sabemos, marcaron distancias del proceso en Rusia y señalaron sus limitaciones. La explicación de Bettelheim se  apoya sobre todo en las enseñanzas de la llamada Revolución cultural china. Desde esta perspectiva, es mucho lo que podemos estudiar y comprender sobre lo que pasó o falló en la revolución rusa.  

Sin embargo, la explicación de Bettelheim fue publicada en los años 1970s y desde entonces mucha historia ha ocurrido. 

En el campo capitalista surgió el Neoliberalismo. Las corporaciones multinacionales se hicieron más globales y poderosas y desarrollaron nuevas revoluciones industriales que abrieron entre otras cosas mundos digitales y virtuales. El proceso de producción se hizo más mundial y redefinió la fuerza, objetivo y significado de los poderes políticos nacionales, regionales y locales. El aumento colosal de las fuerzas productivas cibernéticas vistieron al imperialismo de elegantes y costosos trajes neoliberales. Una nueva era del capitalismo construyó nuevas subjetividades que reafirmaron mentalidades competitivas, cínicas, egoístas, machistas, racistas e irracionales. Heidegger reemplazó a Hegel y Reagan a Roosevelt. Salinas de Gortari a Lázaro Cárdenas. El fetichismo y la dominación de las mercancías profundizó el consumismo y la destrucción de la naturaleza y propició la más vil explotación en las esferas de la reproducción social, la circulación y el consumo, además de la producción. El capitalismo regresó sobre sus pasos profundizando una nueva acumulación originaria. 

En el campo de las resistencias anticapitalistas, después de años de paz socialdemócrata, los estudiantes y la juventud destaparon la cloaca y se levantaron en los 1960s, cuestionando por vez primera la primacía del proletariado como la “clase revolucionaria” por excelencia. Los pueblos se levantaron   y los vietnamitas derrotaron al ejército imperialista más poderoso. Innumerables revueltas propiciaron la formación del llamado Tercer Mundo. El marxismo tuvo que aprender a marchas forzadas que la colonialidad es una determinación básica de la explotación capitalista tanto como lo es la explotación de clase. Poco después, fuertes movimientos sociales sacudieron al mundo del socialismo real. Movimientos sociales imparables en Alemania derribaron el muro y el colapso de la RDA arrastró a la URSS y provocó su hundimiento así como el colapso de su esfera de dominación y de influencia. Derrotada la Revolución cultural, el PC de China se transformó abiertamente y sin complejos en capitalismo de estado. Se hizo potencia. Teng Siao-pching reemplazó a Mao. El marxismo leninismo como interpretación del mundo y guía para la acción se enfermó y exhibió su anquilosamiento; se quedó sin brújula. Los capitalistas pusieron al movimiento obrero y sindical de rodillas. Entonces los pueblos originarios levantaron del suelo la bandera de lucha; la insurrección zapatista encendió de nuevo la esperanza.  

Ante estos cambios espectaculares muchos marxistas se quedaron mudos. Bettelheim no pudo ir más allá. Me pregunto si, en cambio, las perspectivas anarquistas comenzaron a tomar más vuelo. Como sea, las propuestas socialistas siguen en crisis hasta el presente. Comprender lo ocurrido en el socialismo real, en la Rusia de 1917 en primer lugar, es crucial hoy para intentar reformular –o de plano reemplazar—una estrategia socialista. 

El proceso es complejo, ¿por qué? Simplemente porque la respuesta, explicación o denuncia de lo ocurrido a los bolcheviques toca y penetra con profundidad nuestra visión del mundo, las interpretaciones que damos por supuestas sobre lo que la Historia y las perspectivas de libertad y justicia son. En una palabra, porque responder a lo ocurrido requiere una critica de la Antropología (o del estudio de la experiencia humana en su conjunto). Y para nosotr@s la discusión es particularmente espinosa porque toca un cuestionamiento existencial: ¿Hasta dónde pueden el marxismo y el leninismo recuperar la centralidad que antes tuvieron en este esfuerzo de interpretar para transformar el mundo?

Nota metodológica: No se trata aquí de reconstruir una historia donde la acción humana y en especial el Partido bolchevique resulten responsable, culpable o inocente de lo ocurrido. No podemos cargar los desafíos, dilemas y traumas de nuestra generación sobre los hombros de quienes nos antecedieron y cargaron con sus propios problemas y aspiraciones. Por lo contrario, se trata de aprender de ellas y ellos. O como dice el refrán: quien no conoce su historia está condenado a repetirla. En otras palabras, no se trata de privilegiar las “condiciones subjetivas” sobre las “objetivas” ni viceversa. El desafío es tejer una historia donde ambas “condicionantes” o determinaciones se fundan, por así decirlo. Una historia circular (o espiral si se quiere) donde ininterrumpidamente fluya lo objetivo hacia lo subjetivo y lo subjetivo hacia lo objetivo. Una historia donde las “condiciones objetivas” no se perciban como murallas inamovibles que encadenan las posibilidades de las personas que las viven, sino más bien como “desafíos” para esas personas, es decir desafíos para la acción humana. Queremos una historia que muestre personas “históricamente determinadas” a la vez que capaces de modificar su “realidad objetiva” mientras se modifican a sí mismas. Una historia, pues, donde la práctica (o la praxis si se quiere) tenga preeminencia. 

Nota sobre las fuentes. Este ensayo se apoya, como arriba dijimos, en textos de Lenin de la época y en dos autores posteriores: Bettelheim y Taibo. También se apoya en las discusiones de los domingos y en los trabajos de Beatriz, Malusa y Salvador, así como en los diálogos semanales del grupito de trabajo que Beatriz bautizó como “Comisión sobre la clase obrera”. (Nada de lo que escribo representa el punto de vista de esta comisión.) Documentar adecuadamente con citas y referencias precisas y con explicaciones necesarias a pie de página va a duplicar la extensión de este texto y del trabajo necesario para escribirlo; por ahora lo comparto como está con la promesa de reescribirlo después de la discusión en el Seminario de los domingos.         


2. La revolución de Octubre: expectativas de libertad y de justicia 

En medio de la guerra mundial, a partir de Octubre de 1917, el partido bolchevique toma el poder, derroca el gobierno provisional de Kerensky, reemplaza el estado zarista por un estado articulado en los soviets y decreta varias medidas que transforman radicalmente la geografía, la política y la lucha de clases en lo que se llamaba entonces Rusia o lo que tan sólo un año antes era el estado zarista.

La Revolución de Octubre abría así una enorme expectativa de libertad y de justicia; era la segunda llamada de la revolución proletaria socialista en la historia de la humanidad. La Revolución decretó una serie de medidas que apuntaron a acrecentar el poder de trabajadores, campesinos y soldados. 

Podemos enlistar algunas cruciales:

1. La tierra: abolir sin compensaciones la propiedad de los latifundios y crear comités encargados de distribuir las tierras confiscadas. 

2. Las fábricas: Se confiscan las fábricas y se concede a los comités obreros de fábrica la facultad de controlar el funcionamiento de las empresas; a la vez se decretan leyes laborales muy favorables a los y las trabajadoras. 

3. Fuerzas armadas: Se suprimen las jerarquías y símbolos en las fuerzas armadas y se establece que la actividad militar queda subordinada a las decisiones de los comités de soldados. 

4. Justicia: Se establecen tribunales populares a ser elegidos por ciudadanos que reemplazarían las viejas instituciones judiciales. 

5. Naciones oprimidas: Se reconoce la soberanía de los pueblos hasta entonces dominados y oprimidos por el estado ruso

6. Mujer: Se establecen políticas para mejorar la situación de la mujer

Se reconocen derechos iguales que a los varones y se le abren caminos a todos los trabajos profesionales. 

La prostitución se prohíbe.

El matrimonio, el divorcio y el aborto son ahora regidos por legislaciones más permisivas.

En lo cultural, se desacraliza la familia y se le condena, junto al estado y la propiedad privada, como responsable de la explotación de la mujer. 

7. Educación y cultura: poner la educación y la cultura al alcance de los pueblos y las clases hasta entonces más oprimidas y explotadas. Desarrollar lo que educación y cultura proletaria significaban. 

8. Visión: Se concebía que estas medidas no eran sino los primeros pasos en marcha hacia una sociedad sin clases ni estado y basada en la solidaridad y la comunidad.


3. La estrategia bolchevique es puesta a prueba 


3.1. El poder de los de arriba y la potencia de los de abajo 

El nuevo gobierno bolchevique –parcialmente un nuevo Estado soviético- enfrenta innumerables problemas. (Subrayo “parcialmente” pues muchas instituciones burocráticas del antiguo régimen se van a mantener durante el Estado soviético.)

El Partido bolchevique era fuerte entre el proletariado urbano pero débil con campesinos, clases medias y las clases profesionales del el campo y la ciudad. Pero lo central es que su debilidad política y la complejidad de los problemas enfrentados orillaron a los bolcheviques ahora convertidos en gobierno a seguir políticas de Estado “realistas” e imponer medidas francamente antipopulares. Sostenerse en el poder se convirtió en su tarea prioritaria, lo cual les llevó a reproducir políticas análogas a las del gobierno que habían derrocado. No hay duda de que su prestigio entre obreros, campesinos y soldados se erosionó a partir de 1918 aunque pueda discutirse la magnitud del descontento popular. 

La historia la escriben los vencedores pero a largo plazo a veces la historia de los vencidos resucita con fuerza imparable. Hoy los cuestionamientos anarquistas y de la llamada “Oposición obrera” parecen tener sentido, sobre todo a la luz de lo ocurrido en la URSS, es decir, la enajenación del proceso revolucionario primero, y el colapso del Estado soviético después. Si la estrategia socialista hubiera privilegiado la potencia popular en vez del poder desde arriba, ¿otro gallo hubiera cantado? Los anarquistas demandaban a los bolcheviques respeto a las demandas campesinas y libertad de expresión, por ejemplo. La Oposición obrera demandaba autonomía sindical. Defendiendo demandas como éstas, unos y otros fueron masacrados por los bolcheviques o terminaron en las prisiones “soviéticas”. ¿Hubiera sido preferible seguir los consejos anarquistas y obreristas de privilegiar la autonomía como táctica revolucionaria por encima mantener el poder estatal a cualquier precio como hicieron los bolcheviques? ¿Resultados menos espectaculares pero quizás más perdurables? ¿La autonomía era posible o era un lujo imposible dadas las condiciones imperantes? La respuesta depende de si se piensa que revolución igual a gobierno bolchevique.  


3.2. La firma de paz en Brest-Litovsk 

Resolver el problema de la guerra contra Alemania obligó al partido bolchevique a tomar medidas indeseables. Medidas que quizás marcaron el curso de la revolución.

Ni la revolución rusa ni el movimiento revolucionario europeo tuvieron la fuerza para detener la guerra. Alemania prosigue su avance contra Rusia. En 1918 el ejército alemán llega a las puertas de Petrogrado.   

El Partido bolchevique discute con fiereza. Lenin está a favor de firmar la paz con Alemania a cualquier costo y así salvar al estado soviético. Trotsky y Bujarin se opone. Al final Lenin se impone. El estado soviético decide firmar la paz a un precio muy alto. 

“En virtud del tratado, Polonia y las tres repúblicas bálticas quedaban bajo control germano; Georgia, Finlandia y Ucrania adquirían la independencia, pero claramente en la esfera de influencia de Alemania, y Rusia se veía obligada a entregar territorios a Finlandia, Turquía y Rumania”, resume Taibo. 

“En conjunto, y según una estimación, Rusia renunciaba nada menos que a un 32% de la superficie cultivable, a un 33% de las instalaciones industriales, a un 73% de la riqueza minera y carbonífera, y a unos sesenta millones de habitantes. Los mayores problemas para el régimen soviético se derivaban de la pérdida de los recursos agrícolas y mineros de Ucrania.”

El Partido bolchevique se cimbra con las pugnas internas. Una parte del partido, la de sus militantes en las zonas cedidas a Alemania quedaban muy mal parados. Las acusaciones de traición y de vendidos a Alemania no fueron menores. Los anarquistas no aceptan el Tratado y defienden Ucrania contra los alemanes primero y contra los ejércitos blancos después. 

Pero quizás lo más decisivo aquí fue la transformación del bolchevismo. ¿Su lógica revolucionaria se transformó en una lógica de estado? ¿El objetivo ya no era detonar la consigna “Unidad de los proletarios del mundo” sino defender el estado bolchevique a toda costa? ¿Fue el inicio de la táctica del socialismo en un sólo país? 

Además, ¿fue el Tratado de Brest Litovsk una victoria pírrica? Aunque hubieran perdido el poder ante los alemanes -lo cual está por verse cuando la guerra de guerrillas asolara a los invasores- resulta que Alemania fue derrotada meses después. El movimiento obrero alemán no cesaba de luchar contra la guerra y a favor de la revolución rusa. ¿No hubiera sido la ocupación alemana de Petrogrado la señal que hubiera duplicado la solidaridad de los pueblos alemanes y europeos a Rusia? ¿No seguiría la agitación hacia los soldados alemanes en las calles de Petrogrado? Si los bolcheviques hubieran perdido el poder en marzo de 1918, ¿no lo hubieran recuperado aún con más fuerza y prestigio ese mismo año tras la retirada de los alemanes derrotados?


3.3. Comunismo de guerra

Terminada la Guerra Mundial, la llamada Guerra civil comenzó. Si los bolcheviques tuvieron que tomar medidas indeseables en Brest Litovsk para mantener el poder del Estado “a cualquier costo”, la Guerra civil les obligaría a profundizar mucho más las medidas indeseables para mantenerse en el poder. 

Entre mediados de 1918 y 1921 los bolcheviques establecieron el sistema económico llamado “Comunismo de guerra”, término que a Lenin no le gustó, según afirma Bettelheim.

Taibo resume como sigue: “En su esencia, el comunismo de guerra” fue “una respuesta a la situación de caos que el primer conflicto mundial y las revoluciones de 1917 habían producido en Rusia” dirigido a reactivar la economía y apoyar a las “necesidades militares”. A la necesidad de ganar la llamada “guerra civil” que fue más bien una guerra contrarrevolucionaria apoyada por una coalición de países imperialistas. 

En cierto sentido, el Comunismo de guerra fue como un Napoleón que emergió para defender a Francia y su revolución contra la Santa Alianza de monarquías europeas contrarrevolucionarias. Pero como Napoleón, el triunfo contra la reacción pasó su factura, obligando, en buena medida, a anular las medidas más revolucionarias y avanzadas de la revolución.    

Estas son algunas de las políticas económicas esenciales que se tratan de poner en marcha con el Comunismo de guerra:

A. Esfuerzos por estatalizar la industria- Tras la expropiación de los medios de producción industriales y la eliminación de la burguesía industrial privada se busca su reemplazo no por los comités obreros de fábrica sino por directores de empresa designados y subordinados al estado de los soviets. Algunos de ellos eran, por lo demás, los antes burgueses privados. 

Desde principios de 1918 el estado crea el Consejo Supremo de la Economía Nacional (Visshii Soviet Naródnogo Joziaistva o Vesenja) para establecer normas generales y planificar la actividad económica. Los comités de fábrica se vieron obligados a integrarse en la nueva estructura y a subordinarse a un director de empresa. 

Se trata de imponer técnicas capitalistas de administración laboral como el trabajo a destajo y el taylorismo.

Trotski defiende la militarización del trabajo. 

Bettelheim sigue las perspectivas chinas para concluir que la política bolchevique no eliminó ni buscó eliminar las diferencias entre trabajo intelectual y manual ni entre labores de dirección y ejecución. Lo que sucedió por tanto es que una nueva clase de intelectuales y directores se hicieron del poder industrial. 

La misma fórmula de centralismo vertical sería impuesto en las distintas esferas de la sociedad.

El Partido bolchevique fue creado como una organización vertical y centralizada. Sus integrantes simplemente pasaron “naturalmente” esa forma organizativa al conjunto de la sociedad y del estado. 

 B. Intentos de prohibición (no siempre efectivo) del comercio privado 

C. Acción de “requisamiento de los excedentes agrarios”  

D. Tratar de suprimir parcialmente el uso del dinero en las transacciones dentro del Estado y entre éste y los ciudadanos 

E. Importante: no hay mención de la necesidad de reclutar soldados aunque sí de deserción de obreros y soldados de las ciudades al campo. 

F. Este programa de Comunismo de guerra, sin embargo, sí provocó muchas rebeldías y obligó a los bolcheviques a seguir un gobierno de “mano dura” y, más estructuralmente hablando, a la creación de nuevos sistemas de represión estatal que fueron usados contra burgueses, latifundistas y aristócratas, pero también contra trabajadores y pueblos rebeldes. 

El Comunismo de guerra requería un estado fuerte, la “consolidación de un proyecto disciplinario” en “ámbitos diversos” como el requisamiento en el campo y el control sobre sindicatos y comités de fábrica en las ciudades. 

Medidas de “mano dura” que destacan:

F.1. Desde diciembre de 1917 se crea la Cheká o policía política con notoria libertad de actuación. 

F.2. El poder de los soldados es reemplazado por la creación de unas fuerzas armadas más o menos convencionales, y el abandono del poder comunitarios de los soldados de base que había imperado en los meses siguientes a la revolución. 

F.3. Para 1919 “el control desde abajo había ido desapareciendo, al tiempo que se reforzaban los máximos órganos de dirección, y en particular el Politburó del Partido Bolchevique constituido en marzo de 1919.” 

F.4. Creación de nuevas prisiones o “campos de trabajo”


4. Rebeldías al comunismo de guerra y al poder bolchevique 

La imposición del Comunismo de guerra no ocurrió sin resistencias que los bolcheviques se vieron obligados a enfrentar y reprimir.

4.1. Resistencia desde arriba y la derecha: guerra civil 

4.2. Mayores resistencias desde abajo: campesinos y pequeños comerciantes

4.2.1. Insurrecciones agrarias en la cuenca del Volga, en Siberia y en el norte del Cáucaso (Taibo) 

Fracasaron, opina Taibo, porque no se conectaron entre sí y “por las dificultades con que toparon a la hora extender las demandas a sectores del proletariado industrial”. Además, dice, porque “ninguna fuerza política — ni siquiera los socialistas revolucionarios— las apoyó” con decisión. 

Me quedo pensando: ¿por las dificultades para extender sus demandas a sectores del proletariado industrial? ¿Será que también el anarquista Taibo, como muchos marxistas, son obreristas y desdeñan algún potencial anticapitalista a los campesinos? 

4.2.2. Pero además de las insurrecciones, hubo otra forma de rebeldía más pasiva, extendida y difícil de reprimir: El boicot. Las requisas produjeron un dramático descenso en la productividad. No había incentivos para producir.

La requisa fue tan difícil de imponer que los bolcheviques recurrieron, según E.H. Carr a organizar destacamentos requisadores compuestos de 25 o más obreros y campesinos pobres. Para estimularos, se les ofrecía quedarse con la mitad de lo que lograran requisar (y entregar la otra mitad al estado). Como es de esperar esto creó fuertes contradicciones entre colectores. Para mitigar los conflictos, se buscaba que los requisadores  fuesen de honestidad intachable y fieles a la revolución. Igual, añade Taibo, hubo “frecuentes agresiones a los responsables gubernamentales”.

4.3. Rebeldías en las ciudades 

4.3.1. Migración al campo- Para escapar del hambre, la población urbana huyó hacia el campo. Eso sugiere que sectores importantes de obreros habían sido campesinos hasta hace poco tiempo. Dice Taibo: “En los tres primeros años del proceso revolucionario Moscú y Petrogrado habían perdido, respectivamente, el 45% y el 57% de sus habitantes.” Claro, muchos no se fueron al campo sino a pelear en la Guerra civil. 

No es difícil imaginar la mentalidad bolchevique condenado las resistencias como veleidades pequeñoburguesas o individualistas cuando ellos defendían una patria socialista que estaba en peligro y se derrumbaba a pedazos.

4.3.2. Confusión y descontento en las fabricas. No fue fácil convencer a los obreros de que entregaran el mando de las fábricas ocupadas a los directores electos por el estado.  ¿Sería la ocupación una de las medidas socialistas que Lenin criticó (“apresuramiento excesivo”, dijo)? 

Discusión con los anarquistas ¿y la llamada “oposición obrera”?: Opinan que la estatalización de las empresas fue realizada de “manera precipitada” y sobre todo “a espaldas de los trabajadores”, que por eso fue un fracaso. Si se hubiera respetado el poder obrero en las fábricas, ¿el resultado hubiera sino más satisfactorio? 

4.4. Rebeldías dentro del partido

4.4.1- Taibo menciona un proceso que hoy conocemos bien en México. Al llegar al poder, el partido bolchevique creció con chapulines y advenedizos. “Entre mediados de 1917 y 1921 el número de militantes del Partido se había multiplicado entre tres y cuatro veces, para alcanzar en el último de los años citados la cifra de 750 000.” “Se apreciaba también una reducción significativa en el peso porcentual de los obreros manuales.” “Los jóvenes eran absoluta mayoría entre los bolcheviques, como lo demuestra el hecho de que durante la guerra civil más de la mitad de los miembros del Partido tuviese menos de 30 años, y un 90% no superase los 40.” 

4.4.2. Disidencia dentro del partido. 

Surgen fracciones que exigen respetar el centralismo democrático, por ejemplo en las formas de designar a los cuadros y dirigentes y al derecho a debate público de los problemas. 

El más conocido, la “llamada oposición obrera”, “exige devolver a los trabajadores las capacidades de decisión y a reforzar el poder de sindicatos y comités de fábrica.” 

Esta disidencia hizo crisis en 1921: “En el X Congreso del Partido, en 1921, se les calificó como “desviación sindicalista y anarquista” y se prohíbe la formación de facciones.

4.4.3. Pero además de disidencia abierta, el comunismo de guerra creó mucha confusión en las filas del partido. 

Según Taibo, muchos en el partido lo vieron como el paso correcto y necesario hacia el socialismo o, incluso, el puente hacia el comunismo pleno. Definitivamente no fue Lenin uno de ellos. 

Por eso, cuando se da el viraje de 180° hacia la NEP “algunos se sintieron profundamente afectados”, lo vieron como “una traición a la revolución”. 

En cambio, los sectores de la derecha en el partido, incluyendo sin duda a los chapulines, lo recibieron con gusto. Se limitaban los excesos y se abría el país a una nueva era de prosperidad (principalmente para ellos). 

Con la NEP florecerían los llamados NEP men (Hombres NEP) que consolidaron sus privilegios dentro del partido bolchevique y del estado soviético. 

4.5. Rebeldías en otros partidos políticos- Tanto Mencheviques como Social revolucionarios, algunos por oportunismo y otros preocupados por el curso de la revolución apoyaron con mayor o menor medida algunas de las resistencias existentes entre obreros y campesinos. 

4.6. La crisis de 1921

En el contexto de verdaderas insurrecciones campesinas, a principios de 1921 se produjeron, tanto en Moscú como en Petrogrado, huelgas y manifestaciones en las que, junto a las demandas económicas, se exigía libertad de expresión y de reunión, elecciones libres en sindicatos y soviets, amnistía y libertad a los presos ¿políticos?

El más espectacular de los movimientos fue, sin duda, el de los marineros de la base naval de Kronshtadt, próxima a Petrogrado. Pedían celebrar nuevas elecciones con plena «plena libertad de agitación». 

Esta revuelta de Kronshtadt fue un golpe desconcertante para el partido bolchevique. Para muchos hubo que reconocer que las cosas no iban por el camino que esperaban. El levantamiento les tomó por sorpresa. La rebelión no procedía “de los defensores del viejo orden o de los generales blancos, sino de algunos de los más granados héroes de las jornadas revolucionarias de 1917.” (Carr, 1981, p. 45, citado por Taibo). 

Reprimirlos fue de lo más doloroso. Decenas de miles de tropas bolcheviques murieron en las batallas y decenas de miles de participantes en la rebelión murieron en las calles o en campos de concentración en Siberia. 

¿Fue represión, terror o simplemente control? Esto abre una discusión interminable y sin conclusión: si fue sólo poquita represión o si la represión fue lo fundamental. 

Bettelheim minimiza el tema de la represión; fue un aspecto secundario, dice. Lo principal, en cambio, es determinar quién y por qué se ejerció la represión. Fueron obreros del Partido bolchevique, dice Bettelheim, aplicando la dictadura del proletariado y defendiendo los intereses de conjunto del pueblo ruso. 

Se vale reprimir, se implica de su argumento, si lo haces representando los intereses del proletariado.


5. El problema de la representación

Podemos resumir lo hasta aquí esbozado afirmando que con matices, Lenin, Bettelheim y Taibo en mucho coinciden en los rasgos aquí expuestos. Al interpretarlo, sin embargo, sus caminos divergen. 

Lenin es más optimista y Bettelheim, aun sin serlo, lo secunda. Los problemas ciertamente fueron muchos y las medidas tomadas, incluidas las autoritarias y represivas, muy problemáticas. Sin embargo para Lenin (seguido por Bettelheim en este punto) la determinación esencial era quién detentaba el poder. 

A) Las impopulares, autoritarias y represivas medidas tomadas fueron políticas necesarias y a la vez favorables al pueblo y a las clases trabajadoras. Ellas representaban los intereses de conjunto y estratégicos del proletariado.

B) Representaban asimismo sus intereses inmediatos pues el Partido bolchevique representaba el poder del proletariado. Mientras este partido siguiera en el poder y su poder siguiera representando al proletariado, las medidas que tomase el Partido para mantenerse en el poder a toda costa aunque fuesen dolorosas representaban los intereses inmediatos del proletariado pues así este seguía en el poder. 

Por tanto, mientras el Partido bolchevique siguiera en el poder y mientras el Partido siguiera representando al proletariado y sus intereses, las cosas, en lo fundamental irían por buen camino.

Taibo, siguiendo a los anarquistas rusos y ucranianos de los años de la revolución soviética no aceptan tales premisas. 


5.1. Representar, no suplantar

El tema a discusión es, pues, el asunto de la representación. Lo que Taibo cuestiona es que el proletariado y el campesinado tuvieran el poder del estado soviético durante el Comunismo de guerra (1918-1921). No acepta que ese estado a partir de 1918 pueda ser caracterizado como un estado proletario. 

La Guerra mundial, las revoluciones de 1917 y la Guerra civil con sus muertes y dislocamiento del sistema económico fueron “condiciones objetivas” que se impusieron.

En tales condiciones, los bolcheviques en el poder impusieron medidas inaceptables: una paz humillante, fuertes concesiones a las clases medias profesionales e intelectuales, y, dolorosamente, medidas de presión y represión contra obreros y campesinos que resistían sus decretos. Otro tanto con otros partidos políticos y con los pueblos no rusos hasta entonces sometidos al zarismo. 

¿Fueron medidas “necesarias”? Bujarin sostuvo que el Tratado de Brest Litovsk no lo fue. Lenin señala que las concesiones a las clases medias profesionales fueron “una desgracia”. La oposición obrera rechazó sobajar los sindicatos. Y en fin, los Socialistas de izquierda rechazaron las requisas agrícolas e incluso Lenin fue muy autocritico de tal medida. Taibo, por su parte, niega que fuesen necesarias y sostiene que se impusieron como parte de la visión política y la estrategia bolchevique.     

La única forma de defender esas medidas consiste en aceptar que se tomaron en bien del pueblo que las sufrió. No hay duda que denunciaríamos de opresor, explotador y represor a un estado burgués que hiciera otro tanto. Y gritaríamos contra el cinismo de cualquier estado que justificara la represión con argumentos análogos. Al mexicano por ejemplo, cuando reprimió al movimiento estudiantil de 1968 en nombre de la revolución mexicana. 

El argumento central para justificar las medidas del poder bolchevique es pues éste: las tomaba representando los intereses del proletariado y del campesinado. 

¿Cómo discutir, pues, argumentar y analizar eso de la “representación”? ¿Cómo se sabe que un gobierno representa a quién?

La discusión de Marx con Bakunin (relatada por González Rojo) pudiera servir como punto de partida: “Absurdo”, escribe Marx en sus glosas al texto de Bakunin cuando éste cuestiona la teoría de la dictadura del proletariado con una pregunta: ¿y cómo pueden 40,000 obreros alemanes gobernar un estado?

¿Absurdo? Quizás en el Siglo 21 y después de ver todo lo que ocurrió en Rusia (y en otras revoluciones) podríamos repensar la pregunta de Bakunin. 

Podemos decir que determinar la naturaleza del poder político –y de un estado- conlleva al menos dos determinaciones esenciales: qué hace y cómo lo hace. 

Qué hace, es decir cuáles son sus políticas y medidas. A quién benefician y quienes perjudican.  

Cómo lo hace es la otra parte de la cuestión. Esto nos lleva al tema de un “sistema de representación.” ¿Cómo es posible unos cientos o miles que tienen el poder representen a una población de millones?

¿Qué quiere decir “representar”? 

El diccionario de la Real Academia Española da diez significados, selecciono dos: 

“Sustituir a alguien o hacer sus veces, desempeñar su función o la de una entidad, empresa, etc.”

“Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo perfectamente.”

Google Translate por su parte define “representar” como “hablar en nombre de”, (ser vocero/a de) y como “ser apoderado o ser agente de”.

También se habla de representar como “expresar” algo o alguien.

Expresar, de acuerdo a Google significa “Ser [una cosa o un sujeto] la manifestación de lo que piensa, siente o desea una persona.” 

“Manifestar” significa a su vez “descubrir, poner a la vista”. 

Podemos agrupar estas definiciones diciendo que “representar” es expresar el sentipensar y los intereses de alguien más  así como ser, a la vez, vocero/a de ese alguien más. 

Es decir, el qué y el cómo que arriba comentamos.

(Nota sobre la ideología: También está el problema de cuándo y cómo un pensamiento puede representar a un grupo o clase social. ¿Cómo puede argumentarse que el marxismo representa o expresa los intereses del proletariado? ¿O qué Hegel y Heidegger son los más importantes pensadores que representan a la burguesía? Este tema implica determinaciones que requieren una elaboración aparte. Por ahora sigamos en el campo de lo político: Representar significa, por un lado, expresar el sentipensar y los intereses de un grupo o clase. Por otro lado, ser vocera/o de ese grupo.)  

Es fácil pensar en ejemplos en que ni uno ni lo otro sucede. ¿Qué diríamos del presidente mexicano cuando se presenta como representación o vocero del pueblo de México? 

Con razón dicen las y los zapatistas que uno de los principios del mandar obedeciendo es: “Representar y no suplantar”. ¿Cual es la frontera entre ambas? 

¿Cómo justificar que el Partido Bolchevique representaba los intereses de la clase obrera y el campesinado en el llamado Comunismo de guerra y no que los suplantaba en nombre de un ideal al que llamaba “socialismo” o “intereses de conjunto” o “estratégicos”?

¿Cómo responder a quienes ven las medidas bolcheviques durante el comunismo de guerra como como una política que en todo caso representaba más al estado o al partido que a las clases populares? 

A final de cuentas, ¿cómo justificar o explicar que el Partido Bolchevique representaba o expresaba a las clases populares? ¿Era eso o eran “los intereses” de una nueva clase en el poder? ¿Quién y cómo decide cuáles son “los intereses” de esas clases que el gobierno dice representar?  

La acción de representar, por tanto, contiene una dualidad entre representantes y representados/as. La contradicción entre unos y otras requiere mediaciones, un sistema de mediaciones. 

Con base en las experiencias de la Comuna de París, Marx propone dos principios necesarios de un poder que dice representar el poder popular o proletario:

1. Salario de quienes representan equivalente al medio de los y las representadas

2. Revocabilidad de quienes representan 

3. Ambos principios implican uno tercero implícito: un sistema con mecanismos para que las y los representados controlen a quienes les representan: Asambleas, votaciones, etc., que den poder a quienes son representados para subordinar a quien les representa. 

(Nota sobre el contenido más que sobre las formas políticas: Todo esto tiene que ver, por supuesto, con las experiencias de la Revolución china que recoge Bettelheim: Ser anticapitalista significa luchar por abolir las diferencias entre ejecución y dirección y entre trabajo manual e intelectual. Dice también que entre ciudad y campo y entre campesino y obrero. Podríamos añadir que ser anticapitalista significa ser también antipatriarcal, es decir, luchar por abolir las diferencias de género. Todo esto requiere determinaciones muy importantes que hay que tomar en cuenta en una discusión a fondo.) 

A los tres principios señalados por Marx con base a la Comuna de Paris podemos señalar otros extraídos de la experiencia zapatista del “Mandar obedeciendo”: 

A. Rotación de puestos. El trabajo de representar, por ejemplo en las Junas de buen gobierno (JBG) no es considerado sólo privilegio sino también obligación, una forma de tequio. El principio es que todos y todas deben hacerlo por un tiempo. De esta manera el entendimiento de cómo el poder funciona se horizontaliza y socializa. 

B. Desprofesionalización de la política. Quienes representan no forman un estrato dedicado a representar. Siguen realizando las actividades de a quienes representan. Los y las zapatistas lo hacen en los Caracoles, pero el principio puede ser el mismo en la fábrica, la colonia, la escuela, etc. “Quien no trabaja no come.”

C. Consenso en la toma de decisiones. Las y los integrantes de un grupo que se forja como comunidad, es decir, que está viva y en lucha, tienen intereses prioritarios que facilitan dialogar y llegar a consenso. Un principio del “mandar obedeciendo” consiste en “convencer, no vencer”, es decir, llegar a acuerdos que satisfagan a la comunidad en su conjunto por encima del principio de “subordinación de la minoría a la mayoría”. 

Creo que estos puntos pueden ayudarnos a indicar si un gobierno o un estado “representa” o no a su pueblo. Cuando existe un sistema en que quienes representan lo hacen obedeciendo a quienes representan entonces estamos ante un poder del pueblo. 

¿Qué nos dice la experiencia bolchevique durante el Comunismo de guerra?   

 

6. Conclusiones

En un discurso ante la Internacional comunista en 1922, Lenin hace un balance critico de cinco años de revolución bolchevique. Ahora que sabemos el curso que las cosas siguieron en Rusia, el optimismo de Lenin de entonces es ilustrador y doloroso. Su pensamiento ilustra la conciencia de los males que van carcomiendo la revolución rusa. Pero ilustra asimismo la inconsciencia bolchevique de las determinaciones que provocaban un proceso de “enajenación”. 

Enajenación, es decir: 1.- El partido es parte de la revolución; 2.- El partido se vuelve poder de estado y se institucionaliza y así se separa de la revolución; y 3.- El partido se vuelve contra la revolución. O si se prefiere: 1.- La revolución rusa es parte de la lucha anticapitalista, socialista y comunista; 2.- La revolución rusa se vuelve estado y se institucionaliza y se separa de la revolución mundial; y 3.- El proceso en Rusia deja de ser revolucionario y se vuelve un obstáculo para la revolución. 

Dice Lenin: “Hemos heredado la vieja administración pública, y ésta ha sido nuestra desgracia.” 

Es claro ahora que esto plantea una idea implícita: No basta con destruir ciertas partes del estado burgués, como la policía y las fuerzas represivas. Al nuevo estado que se reivindica “proletario” le cae encima el pesado fardo del viejo aparato de estado burgués con toda su burocracia y sus técnicos profesionales. 

“Es muy frecuente –sigue Lenin- que esta administración trabaje contra nosotros.” Desde “1917, después de que tomamos el poder, los funcionarios públicos comenzaron a sabotearnos.” 

Los bolcheviques, dice Lenin, no supieron prescindir de ellos. Les pidieron que siguieran en sus puestos. “Nos asustamos mucho y les rogamos: ‘Por favor, vuelvan a sus puestos’.” “Todos volvieron, y ésta ha sido nuestra desgracia.”

Mis respetos para la honestidad de Lenin. El balance es devastador: 

“Hoy poseemos una inmensidad de funcionarios, pero no disponemos de elementos con suficiente instrucción para poder dirigirlos de verdad. En la práctica sucede con harta frecuencia que aquí, arriba, donde tenemos concentrado el poder estatal, la administración funciona más o menos; pero en los puestos inferiores disponen ellos como quieren, de manera que muy a menudo contrarrestan nuestras medidas. Hombres adictos, en las altas esferas, tenemos no sé exactamente cuántos, pero creo que, en todo caso, sólo varios miles, a lo sumo unas decenas de miles. Pero en los puestos inferiores se cuentan por centenares de miles los antiguos funcionarios que hemos heredado del régimen zarista y de la sociedad burguesa y que trabajan contra nosotros, unas veces de manera consciente, y otras inconsciente. Es indudable que, en este terreno, no se conseguirá nada a corto plazo.” 

Lenin describe con enorme contundencia y conciencia la enajenación del proceso revolucionario. 

Pero su esperanza de cambio es harina de otro costal. Lenin finca el futuro de la revolución en un postulado clave que es justamente el que aquí hemos cuestionado: mientras el Partido bolchevique estén en el poder, la revolución proletaria seguirá adelante. Lenin no dice –y creo que no puede decirlo- que el Partido está enajenando la revolución y convirtiéndose a sí mismo en un nuevo sistema de dominación. Para Lenin, los peligros a la revolución son exteriores, vienen de afuera, de los imperialistas, de los pequeño burgueses, de los burócratas, etc. No dice que vienen de adentro; que el Politburó se ha convertido en el peligro principal.      

Por eso, la solución propuesta por Lenin es algo exterior y muestra su ingenuidad ante la dimensión del problema. Piensa que educar y civilizar a la población es la clave de la solución:

“Tendremos que trabajar muchos años para perfeccionar la administración, renovarla y atraer nuevas fuerzas. Lo estamos haciendo a ritmo bastante rápido, quizá demasiado rápido. Hemos fundado escuelas soviéticas y facultades obreras; estudian varios centenares de miles de jóvenes; acaso estudien demasiado de prisa; pero, de todas maneras, la labor en este terreno ha comenzado y creo que nos dará sus frutos.” “Dentro de algunos años tendremos una masa de jóvenes capaces de cambiar radicalmente nuestra administración.” 

Hoy sabemos que la educación no es panacea y que las personas y pueblos más “educados” son capaces de ejecutar las peores atrocidades si de defender sus intereses se trata. Hoy sabemos que esa clase educada de profesionales si bien siguió siendo progresista se convirtió en una especie de absolutismo ilustrado que acuchilló a la revolución, todo esto en nombre de Lenin. 

Entonces, cuál es el nuevo ¿qué hacer?