1. Zapatistas y la lucha contra el imperialismo
Sigo las ideas zapatistas y me entusiasma su creativa capacidad para luchar y simultáneamente reflexionar y así abrir como muy pocas lo hacen nuevos caminos de lucha contra la hidra capitalista. Ojo: no contra tales o cuales gobiernos o empresarios, sino franca y abiertamente contra el capitalismo mundial. Y no sólo textos intelectuales o universitarios, que son muy buenos, sino con la fuerza y el prestigio de un movimiento de resistencia y rebeldía (muy autonómico) que ha resistido más de un cuarto de siglo. Y quizás lo más importante, un pensamiento que es fiel a su palabra: hombres y mujeres armadas de verdad y fuego.
Cómo no entusiasmarse con la creatividad e imaginación zapatista tan rebelde, tan revolucionaria, tan pachanguera y tan simbólica de los pueblos no sólo de México, de Latinoamérica y del Sur Global, sino al parecer también del Norte Global. Si es que la cultura y las llamadas “superestructuras” también importan en la lucha de clases, ¿cómo ignorar la imaginación y el simbolismo zapatista?
Gracias a la fuerza de sus ideas y sus ideales, aferradoas a la tierra y a la lucha, es que les zapatistas no se ilusionan con los cantos de sirena socialdemócratas. Y tampoco se dan de topes repitiendo hasta el cansancio palabras y teorías marxistas antes frescas guías para la acción, hoy dogmas que hacen agua por mil lados. Pero tampoco abrazan acríticamente las ideas anarquistas que denuncian el poder a veces sin entrarle a la discusión de qué hacer ante ese monstruo realmente existente.
La verdad es que no sé cómo ni tengo la manera de bien decir por qué la perspectiva zapatista es tan importante y tanto me entusiasma. Y es que no se limita a criticar otras perspectivas, como aquí hago, sino que se propone, desde el principio en 1994, abrir mil y un caminos de diálogo y reflexión para juntes tejer tácticas y estrategias, para pensar y repensar el clásico ¿qué hacer? O como diría Silvio, en cómo andar hundiendo al poderoso, jalando al perezoso, sumando a los demás, con todas las banderas, trenzadas de manera, que no haya soledad.
En fin, me entusiasma la visión del mundo zapatista, me parece tan acorde a los desafíos actuales del capitalismo y su civilización de muerte. Pareciera que van un paso adelante que muchos más. Mi llamado es pues a sentirles y tratar de comprenderles antes de descalificarles, estemos o no de acuerdo con ella.
Es una calumnia, por ejemplo, suponer que la campaña zapatista actual por la vida ignora la llamada “lucha antimperialista”. Sólo basta ver la historia del EZLN; su nombre, de hecho dice “Liberación Nacional.” Y una visión antimperialista la podemos encontrar en muchos de sus textos y presentaciones. Y ojo, no sólo en las palabras de sus voceros/as, sino también en los trabajos colectivos realizados por sus comunidades “de base”. (Ver a respecto , esta representación teatral: “Cómo los ricos capitalistas convertirán el mundo en una finca.”
Las comunidades zapatistas utilizan la metáfora de la finca para hablar de la situación mundial. El finquero es el capital multinacional, el capataz el estado nacional, y el mayordomo y el caporal son los funcionarios, managers y supervisores que directamente organizan la explotación. Por eso en 2018 el SupMoises dice en el texto “300. Primera parte: UNA FINCA, UN MUNDO, UNA GUERRA, POCAS PROBABILIDADES” lo siguiente:
“Entonces así lo vimos, que sigue eso. Hoy pensamos que así está el capitalismo ahora. Quiere convertir en finca el mundo. O sea, pero son los empresarios trasnacionales: ´Voy a mi finca La Mexicana´, según lo que le antoja; ´voy a mi finca La Guatemalteca, La Hondureña´, y así.”
Si eso no es antiimperialista, ¿entonces qué es?
Asimismo, el SupMarcos escribió un texto seminal en 1997 que expresa su visión del capitalismo mundial. Una revisada no estaría de más para evitar calumnias y malentendidos: “7 piezas sueltas del rompecabezas mundial (El neoliberalismo como rompecabezas: la inútil unidad mundial que fragmenta y destruye naciones.)”
Allí dice:
“La globalización moderna, el neoliberalismo como sistema mundial, debe entenderse como una nueva guerra de conquista de territorios…
“Si la III Guerra Mundial fue entre el capitalismo y el socialismo (liderados por los Estados Unidos y la URSS respectivamente), con escenarios alternos y diferentes grados de intensidad; la IV Guerra Mundial se realiza ahora entre los grandes centros financieros, con escenarios totales y con una intensidad aguda y constante.
“El rey supremo del capital, el financiero, empezó entonces a desarrollar su estrategia guerrera sobre el nuevo mundo y sobre lo que quedaba en pie del viejo. De la mano de la revolución tecnológica que ponía al mundo entero, por medio de una computadora, en sus escritorios y a su arbitrio, los mercados financieros impusieron sus leyes y preceptos a todo el planeta. La «mundialización» de la nueva guerra no es más que la mundialización de las lógicas de los mercados financieros. De rectores de la economía, los Estados Nacionales (y sus gobernantes) pasaron a ser regidos, más bien teledirigidos, por el fundamento del poder financiero: el libre cambio comercial. Y no sólo eso, la lógica del mercado aprovechó la «porosidad» que, en todo el espectro social del mundo, provocó el desarrollo de las telecomunicaciones, y penetró y se apropió todos los aspectos de la actividad social. ¡Por fin una guerra mundial totalmente total!”
Esto es abiertamente “antimperialista”, aunque no sólo. Es además un llamado a comprender las “novedades” del sistema capitalista mundial a fines del Siglo 20 y principios del 21, un siglo después de la era del imperialismo clásico que Lenin analizó.
2. El problema, más bien, consiste en cómo entrarle a entender el imperialismo.
Les zapatistas desarrollan la teoría revolucionaria y no se limitan a repetir los avances teóricos del pasado como verdades eternas. Ojo: la zapatista es una teoría revolucionaria, ligada a una práctica, probada en un movimiento práctico abiertamente anticapitalista y que tiene consecuencias mundiales. No se trata de una ocurrencia intelectual, sea buena o mala. Se trata de entender el ¿qué hacer? para tratar de avanzar en las trincheras e impedir ser aniquilado por el enemigo, ese enemigo global.
¿Cómo entender hoy el capitalismo y el imperialismo?
Nomás eso; pequeña preguntita.
Tenemos ciertamente las contribuciones de Marx, Engels y Lenin. Y desde una perspectiva anticapitalista y no socialdemócrata, desde abajo y a la izquierda, también tenemos a Luxemburgo, Trotski, Mao, compas anarquistas, al Che y muches más.
Mucho que revisar, sopesar, comprender.
Para muchos compas, las determinaciones más importantes de la lucha antimperialista en le presente son los textos de Lenin, por ejemplo “El imperialismo, la fase superior del capitalismo.”
Pero, y después de Lenin, ¿qué?
¿Sería dialéctico suponer que después de Lenin no han habido cambios cualitativos en el mundo y sólo cambios cuantitativos? Que todo sigue igual nomás que más grande y monstruoso. Que no hay nada nuevo bajo el sol sino tan solo un sol más ardiente. Que la crítica de la economía política producida por Marx y seguida por Lenin bastan para entender los cambios que se operan frente a nuestros ojos.
Quizás eso sea negar la historia. Y no se trata de “abandonar” a los clásicos, tirar las obras de Marx o Lenin a la basura, y decir que partir de cero. Porque buscar los cambios cualitativos no significa ignorar el pasado ni “hacer tabal rasa del pasado.” Los “avances” del capitalismo “superan”, pero no niegan ni borran los avances anteriores. El capitalismo sigue vivo, lo mismo que el imperialismo. Pero ¿no hay fases nuevas desde 1920 hasta la fecha? Fases con determinaciones que se intersectan con el pasado y lo refuerzan. Pero que también renuevan y redefinen las relaciones de dominación. El capitalismo no puede sobrevivir sin revolucionar incesantemente sus relaciones de dominación, podríamos parafrasear el famoso pasaje de El Manifiesto. ¿Y entonces cómo “revolucionamos” –desde abajo y a la izquierda-- nuestras formas de lucha?
Quizás hay que empezar por la historia misma. ¿Cuántas fases ha tenido el capitalismo en el Siglo 20 y hasta la fecha? El finado SupMarcos hizo una original teorización dividiendo la historia reciente en fases que van desde la primera hasta la cuarta guerras mundiales (ver “Siete piezas”.) Pero antes de glosar sus puntos, déjenme comenzar con el viejo historiador inglés Eric Hobsbawm, que tan de moda estuvo en la UNAM durante los tiempos de las batallas entre el pensamiento latinoamericano y la tradición eurocentrista, que a la fecha persiste.
(Y ojo, no podemos ignorar al hablar de “fases capitalistas” que la historia se mueve con ritmos diferentes, como enseñó el francés Fernand Braudel. La historia baila ritmos que son rápidos, otros no tanto, y otros que son súper lentos. Y baila canciones que duran cuatro minutos, o 20 minutos, o de plano son como esos maratones de baile que nunca acaban. Pero la historia es ese grupo que baila todos estos ritmos al mismo tiempo y todos entrecruzados. Historias que duran días, “coyunturas” que duran meses o hasta años, e historias de “larga duración” que parecen no terminar nunca se intersectan tejiendo la trama de la historia. En tal contexto, ¿cómo “periodizar” las “fases” del capitalismo?)
Siguiendo a Eric Hobsbawm, entiendo que podemos reconocer varias fases posteriores a la “era clásica del imperialismo” que analizó Lenin y que terminó según Hobsbawm, con el estallido de la llamada Primera Guerra Mundial. Aunque la guerra reforzó muchos rasgos del capitalismo y del imperialismo, también hizo añicos al imperialismo, la “fase superior” que Lenin analizó.
Le siguió una fase de “catástrofes” que incluía la Primera y la Segunda guerras mundiales y el nazismo, pero también la Revolución Soviética y la Popular China y las luchas de liberación nacional en África y Asia. Esta fase iba de 1914 hasta 1945, aproximadamente.
Luego siguió una fase que Hobsbawm llamaba “la edad de oro del capitalismo.” El nombre es discutible pero encerraba determinaciones importantes que no existían, al menos no tan desarrollados como para convertirse en cambios cualitativos, en épocas anteriores del capitalismo. Venían la llamada sociedad de consumo y los llamados estados de bienestar; los milagros económicos y la substitución de importaciones. Una determinación central para caracterizar tal periodo era la existencia misma del llamado bloque socialista. El marxismo que buscaba transformar al mundo se convirtió en parte del mundo, no sólo abajo sino también arriba. También se incluían dos revoluciones cruciales. La resistencia vietnamita que cimbraba la hegemonía norteamericana y la revolución cubana que transformaba la mentalidad latinoamericana de izquierda. También estaban las revueltas popular estudiantes de los 1960s que sacudían a las izquierdas del mundo. Y el surgimiento de la OPEP que desafiaba el poderío de Occidente.
Todo esto cambiaba al mundo, cimentaba el capitalismo y transformaba las formas de resistencia. Son determinaciones que es necesario comprender.
Pero comprender la historia nos impone, además, el tratar de dilucidar por qué se pasaba de una a otra fase. Qué cambiaba y por qué. Qué se imponía, qué moría, que subsistía, qué nacía, y que renacía. Es un trabajo pendiente. Y urgente.
A la “edad de oro” que iba desde 1945 hasta más o menos los 1970s, le siguió según Hobsbawm, una fase que llamó “sacudimiento” y que hoy podemos identificar con el familiar neoliberalismo, que como sabemos, se inicia en los 1980s.
La fase capitalista del neoliberalismo se levantó sobre las crisis económica de finales de los 1070s que los keynesianos teóricos del capitalismo de la postguerra no acertaron a resolver. Trajo cambios de todo tipo en la economía, la política y la cultura, que teníamos que aquilatar para contestar nuestra pregunta inicial: ¿qué hacer? ¿Qué hay de nuevo? ¿Qué tiene de diferente a la fase del imperialismo “clásico”? El neoliberalismo trajo una nueva clase dominante y una nueva geografía de la dominación. Trajo al zapatismo como paradigma de las resistencias que el neoliberalismo engendraría. Y trajo formas de saqueo que recuerdan tanto la acumulación originaria.
No pretendo ahora hacer una caracterización del neoliberalismo, la fase capitalista que más han estudiado les zapatistas. Lo intentaré en la siguiente entrada a este blog. Lo que busco aquí es en suma llamar la atención, hacer una propuesta “metodológica,” un esfuerzo para comprender cómo lo “nuevo” se superpone a lo “anterior” modificando la sociedad, las “reglas del juego”, la lucha de clases y, por tanto, las tácticas anticapitalistas.
Hasta donde sé, Eric Hobsbawm no ha escrito sobre la pandemia del Covid 19, pero otros autores ofrecen elementos para sugerir que desde 2020 estamos entrando a una nueva fase del capitalismo. Como antes, este recoge y modifica rasgos del neoliberalismo que nos invitan a reflexionar sobre el qué hacer en el 2021 recogiendo la experiencia y la historia ya pasadas sin perder de vista los cambios que se van operando. O como diría Pedro Navaja, la vida te da sorpresas.
Termino con el famoso pasaje del SupGaleano sobre lo que llamó “El síndrome del Vigía” que nos invita a no bajar la guardia y querer ver, por comodidad, flojera, conveniencia o lo que se quiera, que todo sigue igual y nada ha cambiado.
El Síndrome del Vigía.
Por SupGaleano
Enlace Zapatista, 1o de abril, 2021
Usted puede ver que, por lo regular, en una instalación militar hay puestos en su periferia. Se les llama «Puestos de Observación», «Puestos de Guardia» o «Puestos del Vigía». El trabajo de esos puestos es vigilar los alrededores y los accesos al establecimiento, de modo de saber qué o quién se aproxima o se mueve o permanece en los alrededores del lugar. Bien, ese puesto de vigilancia (en los campamentos zapatistas le decimos «la posta», ignoro la razón; por ejemplo, decimos «te toca la posta a las 0000 hrs», «el relevo de la posta es a las 1200», etc.), avisa o advierte al resto de la instalación, y contiene o detiene a quien trata de ingresar sin autorización. Quien ocupa el puesto de observación es el guardia, el vigía, el centinela. Además de observar y estar atento a lo que ocurre, el centinela es quien da la voz de alarma en caso de ataque y frente a cualquier eventualidad.
Según nosotras, nosotros, zapatistas, la reflexión teórica, el pensamiento crítico tiene ese trabajo de centinela. A quien trabaja con el pensamiento analítico, le toca el turno de guardia en el puesto del vigía. Podría extenderme sobre la ubicación de ese puesto en el todo, pero por ahora sólo baste plantear que es una parte también, nada más, pero nada menos. Digo esto por aquellos, aquellas y aquelloas (no olvidar la equidad de género y el reconocimiento de la diversidad) que pretenden:
.- O estar por encima y afuera del todo, como algo aparte, y se esconden detrás de la «imparcialidad», la «objetividad», la «neutralidad». Y dicen que analizan y reflexionan desde la asepsia de un imposible laboratorio materializado en la ciencia, la cátedra, la investigación, el libro, el blog, el credo, el dogma, la consigna.
.- O trastocan su papel de vigías y se adjudican el de nuevos sacerdotes doctrinarios. Siendo apenas centinelas, se comportan como si fueran el cerebro dirigente que muta en tribunal penal a conveniencia. Y desde ahí ordenan lo que debe hacerse, juzgan y absuelven o condenan. Aunque hay que reconocerles que el hecho de que nadie les haga caso, marcadamente la realidad siempre rebelde, no los inhiba de su delirio (etílico, no pocas veces).
El centinela tiene que ver con el puesto del vigía en cuestión. Pero ya volveremos sobre esto en alguna de nuestras intervenciones en el seminario.
Por ahora, baste decir que, abrumado, sobrepasado por la tarea de observación crítica en un mundo tramposamente instantáneo, en su turno en el puesto de guardia, el vigilante puede caer en…
-*-
El Síndrome del Vigía.
Bien, pues resulta que el centinela «agota» su capacidad de vigilancia después de un período.
Este «agotamiento» (al que nosotras, nosotros, zapatistas, llamamos «el síndrome del vigía») consiste, grosso modo, en que la persona que está en el puesto de vigilancia desarrolla, después de un tiempo de estar de guardia, una especie de «percepción en bucle» o «constancia de la percepción». Es decir, reproduce en su percepción consciente una y otra vez la misma imagen, como si nada se alterara, o como si los cambios fueran parte de la misma normalidad de la imagen. Tiene que ver, supongo, con algo de percepción visual, pero también con el deseo de que nada altere la rutina. Así, por ejemplo, el vigilante no desea que un peligro aparezca, y ese deseo lo traslada a lo que vigila. «Todo está bien, no va a pasar nada malo», se repite una y otra vez, y eso se traslada a su valoración de la realidad. Su objetivo es poder entregar un reporte de vigilancia lacónico: «sin novedad».
Esto que les explico es producto de una observación empírica, no de un estudio científico. A lo largo de años y años de vigilancia, es lo que concluimos de nuestra propia (y reducida) experiencia. Con la persistente duda de si ciencia o usos y costumbres, preguntamos con alguien que sí le sabe a eso de la neurociencia. Nos dijo que el fenómeno existe, aunque no está precisado el mecanismo que lo provoca (antes de que quieran degollarme las distintas corrientes o posiciones en psicología, aclaro que lo único que confirmé es que el fenómeno es real, comprobable). Ahora bien, ¿por qué se da? bueno, ahí véanlo ustedes -sería bueno que, ya en eso, se pongan de acuerdo en cuál es el objeto de conocimiento de la «ciencia» de la psicología-.
Bueno, esa persona nos explicó lo que es la «atención selectiva» y nos mandó un libro de ésos de los de antes (o sea que se entiende lo que explica). Palabras más, palabras menos, se trata de que sólo atendemos una pequeña parte de lo que vemos en un determinado momento e ignoramos el resto. Bueno, pues ese resto que ignoramos es la «ceguera al cambio» o «ceguera por inatención». Es como si, al filtrar las partes de la imagen que vemos, nos volviéramos ciegos a lo que no seleccionamos como importante.
Por ahora no desarrollaremos esto, pero, en resumen, el «síndrome del centinela» consiste en que:
a).- No se vigila el todo, sino sólo una parte de ese todo.
b).- Cuando se «cansa», la guardia no percibe los cambios que se presentan en la zona vigilada porque le son imperceptibles (es decir, no son dignos de atención).
Para contrarrestar eso, usamos varios recursos:
Uno de ellos es la vigilancia no directa, la «visión periférica» o, en término coloquiales, «mirar por el rabillo del ojo». Esto es que la mirada indirecta permite detectar alteraciones de la rutina. También debe de haber una explicación de esto en la neurociencia, pero creo que nos falta estudio.
Otras formas de solucionar la fatiga del centinela, son: poner dos o más vigías cubriendo el mismo punto; o reducir el tiempo de vigilancia y aumentar la frecuencia del relevo.
Puede y hay otras formas de que la tarea del centinela se cumpla.
Pero lo importante es que hay que estar avizores de cualquier señal de peligro. No se trata entonces de advertir el peligro cuando ya está presente, sino de mirar los indicios, valorarlos, interpretarlos, en suma, pensarlos críticamente.
Por ejemplo: esos nubarrones en el horizonte, ¿significan que viene una lluvia pasajera, cuál es su intensidad, se dirige hacia acá o se aleja?
¿O se trata de algo más grande, más terrible, más destructivo? Si es así, habrá que alertar a tod@s de la inminencia de…
La Tormenta.
Bueno, el asunto es que lo que nosotros, nosotras, zapatistas, miramos y escuchamos es que viene una catástrofe en todos los sentidos, una tormenta.
Pero…, resulta que nosotras, nosotros, zapatistas, también miramos y escuchamos que personas con grandes conocimientos dicen, a veces con su palabra, siempre con su actitud, que todo sigue igual.
Que lo que la realidad nos está presentando, son sólo pequeñas variaciones que no alteran en nada importante el paisaje.
O sea que nosotras, nosotros, zapatistas, vemos una cosa, y ellos ven otra.
Porque vemos que se sigue recurriendo a los mismos métodos de lucha. Se sigue con marchas, reales o virtuales, con elecciones, con encuestas, con mítines. Y, de manera concomitante, surgen y se desarrollan los nuevos parámetros de «éxito», una especie de aplausómetro que, en el caso de las marchas de protesta, es inverso: mientras más bien portada sea (es decir mientras menos proteste), mayor su éxito. Y se hacen organizaciones partidarias, se trazan planes, estrategias y tácticas, haciendo verdaderos malabares con los conceptos.
Como si fueran equivalentes Estado, Gobierno y Administración.
Como si el Estado fuera el mismo, como si tuviera las mismas funciones de hace 20, 40, 100 años.
Como si el sistema fuera también el mismo y mismas las formas de sometimiento, de destrucción. O, para ponerlo en términos de la Sexta: las mismas formas de explotación, represión, discriminación y despojo.
Como si allá arriba el Poder hubiera mantenido invariable su funcionamiento.
Como si la hidra no hubiera regenerado sus múltiples cabezas.
Entonces pensamos que en nosotros o en ellos, hay el «síndrome del centinela».
Y nosotros, nosotras, zapatistas, miramos de reojo esos movimientos en la realidad. Ponemos entonces más atención, subimos a lo alto de la ceiba para tratar de ver más lejos, no lo que pasó, sino lo que viene.
Bueno, pues lo que vemos no es nada bueno.
Vemos que viene algo terrible, más destructivo si posible fuera.
Pero otra vez vemos que quienes piensan y analizan nada dicen de eso. Siguen repitiendo lo de hace 20 años, 40 años, un siglo.
Y vemos que organizaciones, grupos, colectivos, personas, siguen en lo mismo, presentando falsas opciones excluyentes, juzgando y condenando a lo otro, a lo diferente.
Y más: despreciándonos por lo que decimos que vemos.
Entonces, pues ya ve usted, somos zapatistas. Y eso quiere decir muchas cosas, tantas que en los diccionarios de su lengua de usted no existen palabras para eso.
Pero también quiere decir que siempre pensamos que podemos estar equivocados. Que tal vez todo sigue sin cambios fundamentales. Que tal vez el Mandón sigue mandando igual que hace décadas, siglos, milenios. Que puede ser que lo que viene no es algo grave, sino apenas una descompensación, un reacomodo de ésos que ni la pena valen.
Entonces o nada de pensamiento, de análisis, de teoría, o lo mismo de siempre antes.
Entonces nosotros, nosotras, zapatistas, pensamos que tenemos que preguntar a otros, a otras, a otroas, de otros calendarios, de geografías distintas, qué es lo que ven.
Creo que es como cuando a un enfermo le dicen que sí, que ya está muy grave, o sea que «está cabrón», decimos acá. Y entonces pues, como quien dice, hay que buscar una segunda opinión.
Entonces decimos que está fallando el pensamiento, la teoría. Sea que falla la nuestra, sea que fallan los otros pensamientos. O tal vez fallan los dos.
Entonces, pues somos desconfiados, desconfiadas, como de por sí. Pero sí un poco lo confiamos las compañeras, compañeros y compañeroas de la Sexta. Pero bien sabemos que el mundo es muy grande, y que hay otros, otras, otroas, que también le hacen a eso de pensar, analizar, mirar.
Entonces pensamos que necesitamos pensarlo al mundo, y también pensar así su calendario y su geografía de cada quien.
Y pensamos que más mejor si hacemos ahora sí que como un intercambio de pensamientos. No como se dice un intercambio de mercancías, como en el capitalismo, sino como si dijéramos que echemos trato de que yo te lo digo mi pensamiento y tú me lo dices el tuyo. O sea como una reunión de pensamientos.
Pero entonces no pensamos que es una reunión así nomás, sino que tiene que ser grande, muy grande, mundial se dice.
Y, bueno, nosotros, nosotras, zapatistas, no conocemos mucho. Si acaso y batallando, algo lo sabemos de nuestroas compañeroas, compañeras y compañeros de la Sexta.
Entonces vemos que a esas reuniones de pensamientos en algunas partes les dicen «seminarios», creemos que porque «seminario» quiere decir «semillero» o sea que ahí se hacen semillas que a veces rápido crían y a veces tardan.
Y entonces decimos que hagamos un semillero de ideas, de análisis, de pensamientos críticos de cómo está actualmente eso del sistema capitalista.
Entonces el seminario o semillero no es un sólo lugar ni en un sólo tiempo. Sino que tarda y es en muchas partes.
Y entonces pues por eso decimos que es dislocado, o sea que no todo en un sólo lugar, sino que muchas partes y en muchos lados. Y decimos que es mundial, bueno, pues porque en todos los mundos hay pensamientos críticos, que se están preguntando qué pasa, por qué, qué hacemos, cómo, y esas cosas que se piensan en la teoría.
Pero entonces, pensamos, en algún lado empieza y en un tiempo.
Entonces, pues, empieza en un lugar ese semillero colectivo, y ese lugar es en un caracol zapatista. ¿Por qué? Bueno porque acá los pueblos zapatistas lo usamos el caracol para alertar y para llamar al colectivo.
Así que, por ejemplo, si hay un problema de la comunidad, o un asunto que hay que resolver, pues se toca el caracol y ya todo el pueblo sabe que hay reunión del colectivo para que el pensamiento hable su palabra.
O para ver cómo hacemos para resistir.
Así que digamos que el caracol es uno de los instrumentos del centinela. Con él avisa que hay un peligro.
Entonces el lugar es, pues, un caracol zapatista: el caracol de Oventik, montañas del sureste mexicano, Chiapas, México.
Y la fecha del inicio es el 3 de mayo. ¿Por qué el 3 de mayo?
Bueno, en nuestros pueblos es el día de la siembra, de la fertilidad, de la cosecha, de la semilla. Es el día de la Santa Cruz.
En los pueblos se acostumbra sembrar una cruz en donde nace el río, el arroyo o el manantial que le da vida al poblado. Así es como se señala que ese lugar es sagrado. Y es sagrado porque el agua es la que da la vida. Entonces el 3 de mayo es el día de pedir el agua para la siembra y la buena cosecha. Van entonces los pobladores a donde nace el agua a darle ofrendas. O sea que como que le hablan al agua, le dan sus flores, le dan su taza de atole, su incienso, su caldo de pollo sin sal. En otros pueblos le dan una copita de trago, pero en los pueblos zapatistas está prohibido el alcohol y entonces le dan refresco al agua. El caldo de pollo que se le da al agua es sin sal, para que no se seca el agua. Al mismo tiempo que están en esa ceremonia de ofrenda, tocan música y empiezan la bailadera tod@s, niñ@s, joven@s, ancian@s. Ya cuando termina la ofrenda, empieza la convivencia del pueblo. Se reparten la comida que llevan: atole agrio, pollo, frijol, calabaza. Todo lo que es comida, ahí lo comen en colectivo, junto al nacimiento del agua. Ya terminado eso, regresan en sus casas. Y ya por pura alegría, le siguen a la bailadera en el pueblo y comen en común y toman café con pan. También hay compas zapatistas que son albañiles, y entonces también lo celebran y cuentan que hacen una cruz de cualquier madera que encuentran y la ponen cuando empiezan la construcción. Dicen que porque es su responsabilidad del trabajador. O sea que el trabajador se hace así responsable de la construcción y le echa ganas para que queda bien, porque va en su cuenta que quede bien.
Entonces pues ya lo sabe usted. Ahí lo vea. Si acepta o no el reto, va en su cuenta.