La revolución neozapatista


La revolución zapatista sigue viva 24 años después
Foto: Rosa María Barajas



En la foto, las “Bases de apoyo” zapatistas participan en un acto de apoyo a Marichuy, la candidata del Concejo Nacional Indígena a la presidencia de México. La Garrucha, Chiapas, Octubre de 2017

Antes del amanecer del 1o. de enero de 1994, un grupo de indígenas mayas del estado de Chiapas se levantaron en armas e iniciaron una revolución en México. La insurrección de tzeltales, tzotziles, tojolabales, mames, choles y zoques se organizó creando el grupo llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). El EZLN tomó por sorpresa al gobierno estatal y federal y al ejército  mexicano. Miles de hombres y mujeres armados con machetes, rifles viejos y algún equipo bélico más moderno ocuparon cinco cabeceras municipales en Chiapas y atacaron la Base Militar 31; el golpe fue tan contundente que capturaron al general Absalón Castellanos Domínguez, exgobernador de Chiapas, al cual liberaron sin condiciones poco después pero lo condenaron a vivir "hasta el último de sus días con la pena y la vergüenza de haber recibido el perdón y la bondad de aquellos a quienes tanto tiempo humilló, secuestró, despojó, robó y asesinó.” (Conclusiones del juicio popular seguido en contra del prisionero de guerra de nombre Absalón Castellanos Domínguez, general de división del Ejército Federal Mexicano, Enlace Zapatista, 20 de enero, 1994)




Emiliano Zapata fue uno de los dirigentes más honesto, visionario y comprometido con el pueblo durante la Revolución Mexicana de 1910. En honor a su legado, los rebeldes de Chiapas que iniciaron la insurrección de 1994 se llaman a sí mismos “Ejército Zapatista.” Por eso se les conoce como “zapatistas” o “neozapatistas.”
(Foto del Archivo General de la Nación, Ciudad de México)

Mural de Zapata en territorio neozapatista. Foto: Rosa María Barajas

En cuestión de días, los zapatistas o neozapatistas se hicieron famosos en México y en el mundo. El éxito de su levantamiento fue fulminante. Lo más visible fue la ocupación de San Cristóbal de las Casas, una de las ciudades coloniales más bonitas y turísticas de México.

Fundada en 1528 por los españoles después de conquistar al pueblo tzotzil, San Cristóbal de las Casas es la tercera ciudad más grande de Chiapas y se encuentra enclavada en una zona de bosques coníferos y cuenta con 158 mil habitantes (2010). Esta ciudad colonial rodeada por comunidades indígenas mayas fue ocupada por los zapatistas el primero de enero de 1994.
(Foto de Rich and Olwen, 2013)
En las horas y días siguientes a la insurrección, las  y los zapatistas abandonaron las ciudades tomadas, más no así las tierras y fincas (haciendas, ranchos y plantaciones) igualmente ocupadas y que hasta la fecha poseen; en estos lugares han construido comunidades con gobiernos que son autónomos aunque no buscan ser independientes de México. Ellos y ellas dicen que el éxito se debió a que se prepararon durante 10 años. Es importante subrayar que el levantamiento zapatista fue más una insurrección popular que un movimiento guerrillero. El suyo no fue un “foco” luchando desde la selva sino un movimiento enraizado en cientos de comunidades indígenas; su organización se preparó en base a formas de gobierno comunitarias de esos pueblos mayas, algunas de ellas de muy larga tradición.

Dice el Comandante Abraham: “Cuando llega a nuestros pueblos el Ejército Zapatista, allá por 1984, 1985, nosotros de por sí ya habíamos probado otras luchas pacíficas. La gente ya estaba protestando contra el gobierno. En ese tiempo, cuando llega la organización clandestina, se nos habló de una lucha revolucionaria. Nosotros de por si fuimos de los primeros. El que llevó la idea a nuestro pueblo es un compa que ya no vive, se llamaba Tomás. Él nos platica de la lucha, pero poco lo creíamos, porque ese compa era medio borracho. Pero nos explicaba y poco a poco fuimos tomando en serio todas sus palabras, hasta que llegó con un compa insurgente y entonces ese nos dio la plática. El compañero insurgente llegó con un folleto que tenía una explicación política de la situación nacional, ahí decía como es la explotación y todo eso. (Gloria Muñoz, EZLN: 20 y 10, pág. 31)

El levantamiento zapatista tuvo un impacto aún más fuerte porque se inició justo el día en que entraba en efecto el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). (Sobre el TLCAN, ver de Juan Manuel Sandoval y Miguel Ángel Vázquez Ruiz: En la senda del TLCAN: Una visión crítica, libro publicado por la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio en 2016.) El levantamiento zapatista era insólito. Un grupo de rebeldes declaraba la guerra al  gobierno mexicano en 1994, justo cuando más prestigiado estaba el presidente Carlos Salinas de Gortari, justo cuando mejor se vendía la idea de que el TLCAN empujaría a México al primer mundo, y justo cuando el derrumbe de la URSS y del “bloque” de países socialistas promovía la idea de que el capitalismo era invencible. En su “Primera Declaración”, los zapatistas dicen que “en apego a nuestra Constitución, emitimos la presente [declaración de guerra] al ejército federal mexicano, pilar básico de la dictadura que padecemos, monopolizada por el partido en el poder y encabezada por el ejecutivo federal que hoy detenta su jefe máximo e ilegítimo, Carlos Salinas de Gortari.” (Primera Declaración de la Selva Lacandona)

En cuestión de semanas, el castillo de naipes se derrumbó; el rey desnudo se desenmascaró y alguien pequeñito y sin poder se atrevió a decir que el TLCAN no era el boleto de México al primer mundo sino una cadena aún más pesada para explotar y oprimir al pueblo mexicano por capitalistas multinacionales.

"Somos producto de 500 años de luchas: primero contra la esclavitud, en la guerra de Independencia contra España encabezada por los insurgentes, después por evitar ser absorbidos por el expansionismo norteamericano, luego por promulgar nuestra Constitución y expulsar al Imperio Francés de nuestro suelo, después la dictadura porfirista nos negó la aplicación justa de leyes de Reforma y el pueblo se rebeló formando sus propios líderes, surgieron Villa y Zapata, hombres pobres como nosotros a los que se nos ha negado la preparación más elemental para así poder utilizarnos como carne de cañón y saquear las riquezas de nuestra patria sin importarles que estemos muriendo de hambre y enfermedades curables, sin importarles que no tengamos nada, absolutamente nada, ni un techo digno, ni tierra, ni trabajo, ni salud, ni alimentación, ni educación, sin tener derecho a elegir libre y democráticamente a nuestras autoridades, sin independencia de los extranjeros, sin paz ni justicia para nosotros y nuestros hijos.

“Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos; somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias. Son los mismos que se opusieron a Hidalgo y a Morelos, los que traicionaron a Vicente Guerrero, son los mismos que vendieron más de la mitad de nuestro suelo al extranjero invasor, son los mismos que trajeron un príncipe europeo a gobernarnos, son los mismos que formaron la dictadura de los científicos porfiristas, son los mismos que se opusieron a la Expropiación Petrolera, son los mismos que masacraron a los trabajadores ferrocarrileros en 1958 y a los estudiantes en 1968, son los mismos que hoy nos quitan todo, absolutamente todo.” (Primera Declaración de la Selva Lacandona)

México reaccionó instantáneamente a la insurrección en Chiapas. Un personaje, el Subcomandante Marcos (hoy Subcomandante Galeano) empezó a traducir la revolución indígena para hacerla comprensible a los y las mexicanas incrédulas que ni siquiera sabían el nombre de los diferentes grupos mayas de México. El gobierno respondió con furia: más de 50 mil soldados del ejército federal invadieron Chiapas apoyados por la fuerza aérea que empezó a bombardear bosques, selvas y comunidades indígenas. La sociedad civil reaccionó de inmediato; cientos de grupos y organizaciones no gubernamentales (ONGs) llamaron a movilizarse exigiendo parar la guerra; incluso Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato a presidente en 1994 postulado por una parte de la izquierda mexicana llamó a la movilización en plena campaña electoral. Cientos de miles de personas en las calles de México gritaron al gobierno: “no más bombardeos a las comunidades de Chiapas.” El general Godínez, a cargo del ataque contra los zapatistas respondió: “sobre los bombardeos indiscriminados, les respondo que nuestra aviación no ha empleado una sola bomba. Nuestros pilotos están artillados con metralletas calibre 162” (Proceso, Febrero 1994). Decir que no tiraban bombas a pesar de las evidencias y tratar de tranquilizar a la opinión pública aceptando que sí usaban ametralladoras contra los pueblos indígenas enfureció aún más a la población mexicana y la movilización creció. Puesto a la defensiva, el gobierno prometió ayuda a los indígenas y les ofreció una “amnistía” si dejaban las armas. Los zapatistas contestaron con un texto contundente: “¿De qué nos van a perdonar”?

"¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿De habernos levantado en armas cuando encontramos todos los otros caminos cerrados? ¿De no habernos atenido al Código Penal de Chiapas, el más absurdo y represivo del que se tenga memoria? ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos? ¿De habernos preparado bien y a conciencia antes de iniciar? ¿De haber llevado fusiles al combate, en lugar de arcos y flechas? ¿De haber aprendido a pelear antes de hacerlo? ¿De ser mexicanos todos? ¿De ser mayoritariamente indígenas? ¿De llamar al pueblo mexicano todo a luchar de todas las formas posibles, por lo que les pertenece? ¿De luchar por libertad, democracia y justicia? ¿De no seguir los patrones de las guerrillas anteriores? ¿De no rendirnos? ¿De no vendernos? ¿De no traicionarnos?

¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿Los que, durante años y años, se sentaron ante una mesa llena y se saciaron mientras con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra que acabamos por dejar de tenerle miedo? ¿Los que nos llenaron las bolsas y el alma de declaraciones y promesas? ¿Los muertos, nuestros muertos, tan mortalmente muertos de muerte “natural”, es decir, de sarampión, tosferina, dengue, cólera, tifoidea, mononucleosis, tétanos, pulmonía, paludismo y otras lindezas gastrointestinales y pulmonares? ¿Nuestros muertos, tan mayoritariamente muertos, tan democráticamente muertos de pena porque nadie hacía nada, porque todos los muertos, nuestros muertos, se iban así nomás, sin que nadie llevara la cuenta, sin que nadie dijera, por fin, el “¡YA BASTA!”, que devolviera a esas muertes su sentido, sin que nadie pidiera a los muertos de siempre, nuestros muertos, que regresaran a morir otra vez pero ahora para vivir? ¿Los que nos negaron el derecho y don de nuestras gentes de gobernar y gobernarnos? ¿Los que negaron el respeto a nuestra costumbre, a nuestro color, a nuestra lengua? ¿Los que nos tratan como extranjeros en nuestra propia tierra y nos piden papeles y obediencia a una ley cuya existencia y justeza ignoramos? ¿Los que nos torturaron, apresaron, asesinaron y desaparecieron por el grave “delito” de querer un pedazo de tierra, no un pedazo grande, no un pedazo chico, sólo un pedazo al que se le pudiera sacar algo para completar el estómago?

¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo?” (Enlace Zapatista, 18 de enero de 1994)

Puesto contra la pared y espantado por la movilización popular y por temor de que el gobierno de Estados Unidos cancelara el recién inaugurado TLCAN, el presidente Salinas de Gortari no tuvo más remedio que detener la guerra contra los zapatistas; a su vez los zapatistas aceptaron deponer (aunque no entregar) las armas. Las negociaciones de paz se iniciaron. Los zapatistas explican que no hicieron la guerra para tomar el poder sino para ser escuchados; y que una vez que el gobierno y el pueblo mexicano dejaran de ignorar a los pueblos originales, los rifles zapatistas se silenciarían. Para entender el pensamiento neozapatista ver: Principios de un cambio revolucionario.


La película “A Place Called Chiapas” da una introducción al inicio del movimiento zapatista.
La versión en español de la película aquí: Un lugar llamado Chiapas
Poco después del levantamiento, los zapatistas publicaron un texto aún más contundente: “Chiapas: el sureste en dos vientos, una tormenta y una profecía” donde dejaron muy clara la existencia de dos Chiapas, una de arriba muy bonita, turística y productora de electricidad, café y otros bienes que disfrutaba todo México, y otra de abajo, Indígena mayormente y llena no sólo de miseria y explotación sino también de una violencia represiva brutal, ya que los mayas no han dejado de pelear y resistir desde los tiempos de la conquista española hasta el presente. (Enlace Zapatista, 27 de enero, 2018)


En la madrugada del primero de enero de 1994, Ramona dirigió las filas insurgentes que tomaron la ciudad de San Cristóbal, símbolo de la soberbia del poder. El fuego que alumbró esa noche no fue el de los fusiles, sino el de la luz que emanaba de los rostros cubiertos por el pasamontañas, el acto de fe, la creencia en cambiar todo, la vida al hilo, el ¡ya basta! que sacudió las conciencias de los pobladores de nuestro México. La insurrección. (Ricardo Martínez Martínez, Rebelión, Sep 21, 2006)
Desde el inicio, las mujeres se destacaron en el movimiento zapatista. Dice la antropóloga Aida Hernández Castillo: “Desde  la  aparición  pública  del  EZLN,  el  primero  de  enero  de  1994, llamó  la atención  la  importancia  numérica  y  política  de  las  mujeres  indígenas  al  interior  de  esa organización   político-militar. Varias   de   ellas   estuvieron   al   frente de la toma de presidencias  municipales y los nombres de la Comandante  Ramona,  la  Comandante Trini, la Comandante Andrea,  la Teniente Ana María, se convirtieron rápidamente en símbolo de la  resistencia de las mujeres indígenas.” (El Zapatismo y el movimiento de mujeres indígenas de México).

Más información sobre el arte y la organización de las mujeres zapatistas: La lucha revolucionaria de las mujeres.  


Corazón del Tiempo, película producida por Alberto Cortés en colaboración con la comunidad zapatista La Esperanza de San Pedro del Municipio Autónomo Zapatista San Pedro de Michoacán presenta los cambios culturales en las relaciones de género que la revolución zapatista ha producido. Verla gratis en español: Corazón del Tiempo o por cuatro dólares con subtítulo en inglés: English - Corazón del Tiempo
Después de un largo y complejo proceso de negociación entre el gobierno mexicano y el Ejército Zapatista se produjeron los Acuerdos de San Andrés, más sin embargo eso no terminó el conflicto. Los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena se firmaron en 1996. Los acuerdos “fueron el producto de un ejercicio democrático sin precedente en la historia política de México, pues la comandancia zapatista convocó a representantes de la sociedad civil a participar en cinco mesas de trabajo en las que se discutieron los términos de dichos acuerdos bajo los temas de derechos y cultura indígena, democracia y justicia, bienestar y desarrollo, conciliación en Chiapas y derechos de la mujer en Chiapas.” Sin embargo esos acuerdos fueron traicionados por el gobierno y reemplazados por una versión diluída que de hecho no reconoce a los pueblos indígenas. (Hernández Castillo, 2016)

Los zapatistas no se cruzaron de brazos; muy pronto rompieron vínculos con el gobierno y dirigieron su energía a reconstruir sus comunidades autónomas y a dialogar con las comunidades indígenas y las sociedades civiles de México y el mundo. Desde entonces no ha recibido (ni solicitado) un solo peso del gobierno mexicano. Pero las amenazas contra los zapatistas siguen; decenas de miles de soldados siguen ocupando las tierras de Chiapas. Aunque tanques y ametralladoras no han podido masacrar abiertamente a los zapatistas, el gobierno ha lanzado ataques “de baja intensidad” y ha creado grupos de contrainsurgencia que violentamente agreden a las comunidades. El plan es crear “cuerpos indígenas” disidentes u opuestos al zapatismo que los ataquen para poder posteriormente  difamarlos alterando la verdad y decir que “los indios salvajes se matan entre sí.” El gobierno financia estos grupos paramilitares pero esconde la mano; en cambio los zapatistas vislumban el juego y no han caído en la provocación. Desde 1994 hasta la fecha miles de personas de México y el mundo han visitado el territorio zapatista y aprendido de este movimiento; la lucha zapatista es reconocida e inspira a miles de activistas que luchan por justicia social. Durante años la revolución zapatista ha tejido una red de solidaridad que quizás sea la más fuerte que ningún otro movimiento  ha sido capaz de crear. ni en México ni en el resto del mundo. En cualquier caso, me parece que esa extraordinaria red es una de las armas más poderosas que tienen los zapatistas, quizás mucho más importante que los rifles y el armamento que aún poseen. El prestigio del EZLN rodea a las comunidades indígenas de Chiapas con un muro de simpatía, solidaridad, admiración y respeto que les protege contra la muerte, la corrupción y destrucción que envía el gobierno mexicano para tratar de aniquilarles.

Reportes sobre la revolución zapatista, su arte y sus logros:

Movimiento Zapatista